La lluvia, como agujas de obsidiana, martilleaba implacable las calles de la ciudad de Cenizasombra. El cielo, una extensión de tinta, se cernía sobre los tejados, tragándose cualquier atisbo de luz. Aquí, en el corazón de la ciudad, la oscuridad no era una mera ausencia, sino una entidad palpable, una fuerza que susurraba secretos en los callejones.
En sus calles empedradas y sombrías, Liam, un joven estudiante universitario, se mueve con una mezcla de curiosidad y aprehensión. Había llegado a Cenizasombra para sumergirse en los misterios de la historia antigua, atraído por los secretos enterrados bajo su cubierta opaca, se sentía desubicado en ese ambiente perpetuamente crepuscular. Con diecinueve años, su rostro, marcado por la dedicación al estudio y una cierta melancolía, reflejaba la reciente mudanza y la incertidumbre del nuevo comienzo. Sus ojos, de un color gris casi oscuro, se adaptaban lentamente a la penumbra, a la vez que observaban y analizaban todo lo que le rodeaba, ávidos de conocimiento.
Aquella noche, la lluvia caía con una fuerza inusual. Liam, tras una larga sesión en la biblioteca estudiando jeroglíficos olvidados, caminaba por una calle desierta cuando tres individuos, con el rostro cubierto por la sombra de capuchas oscuras, le cerraron el paso. Eran miembros de una organización conocida como "Los Espectros", una banda que infundía temor en los barrios más oscuros, conociéndose por sus métodos implacables.
- Entrega lo que valga la pena, forastero
Susurró el líder del grupo, una voz áspera y metálica. Sus ojos, apenas visibles en la oscuridad, brillaban con una fría determinación que helaba la sangre.
Liam, sorprendido y temeroso, intentó negociar, aferrándose a su mochila donde guardaba los preciados apuntes de su investigación.
- No tengo nada de valor
Replicó, finciendo una calma que no sentía, mientras su corazón latía con fuerza. La respuesta fue un empujón que lo hizo tambalearse. Los Espectros se abalanzaron sobre él, decididos a obtener lo que querían por la fuerza. Liam, superado en número y fuerza, intentó defenderse torpemente, pero la balanza de la pelea estaba desigual. En ese instante, cuando la desesperación amenazaba con doblegarlo, ocurrió algo inesperado. Justo cuando la derrota parecía inevitable, una fisura se abrió en la realidad.
Un destello de energía oscura, proveniente de una dimensión prohibida, rasgó el velo entre los mundos. Un torbellino de sombras, un vórtice de tinieblas, se materializó sobre Liam, desgarrando el aire y succionando la poca luz existente. La energía, fría y palpable, se precipitó sobre él, impactándole como una ola de poder incontrolable.
Liam sintió un dolor indescriptible, una sensación de ser destruido y reconstruido al mismo tiempo. Gritos desgarradores escaparon de su garganta cuando la energía oscura lo inundó, recorriendo sus venas y transformándolo. Los Espectros retrocedieron, aterrorizados ante el espectáculo de horror.
Cuando la oscuridad se disipó, los espectros yacían inconscientes, sumidos en un profundo sopor. Liam, ahora con los ojos bañados en sombras, se irguió con dificultad, sintiendo un poder desconocido emanando de él, una conexión con la oscuridad que antaño solo imaginaba en los oscuros textos que estudiaba. Sus manos, ahora rodeadas por un aura negruzca, atestiguaban la llegada de un destino que lo ligaría a los secretos más oscuros de Cenizasombra. La puerta entre mundos se había abierto, y la sombra, con todo su poder, había reclamado a Liam.
En ese instante. Envuelto en un manto de sombra que parecía emanar de su propio cuerpo, sintió el frío calar en sus huesos. Sus ojos, dos pozos negros perforando la negra, se enfocaron al espectro que danzaba a pocos metros, una silueta distorsionada de puro odio. Su aliento se convirtió en una nube gélida al salir de su boca.
- Quién eres tú?
La voz de Liam, un cuchillo rasgando el silencio, se perdió entre el regreso de los truenos.
La figura espectral respondió con un siseo que erizaba la piel. Su forma se onduló y se deformó, adoptando la apariencia de un monstruo de pesadilla, garras afiladas y una boca llena de colmillos. Un aura oscura emanaba de él, una negra que se hacía eco de la que Liam controlaba, pero con una ferocidad y un hambre que le helaba el corazón.
- Soy el que viene a reclamar lo que es mío”,
Siseó la criatura, su voz gutural y resonante.
Liam sintió un escalofrío. Sabía, instintivamente, que su enemigo no provenía de este mundo. Era una reliquia de un pasado que él desconocía, una amenaza que se había materializado en la pesadilla oscura de Oakhaven.
De repente, el suelo tembló bajo sus pies. Las farolas parpadearon y murieron, sumiendo las calles en una oscuridad absoluta. El espectro, fortalecido por la tiniebla que lo rodeaba, se lanzó al ataque, las garras dirigiéndose hacia Liam. Este reaccionó por instinto, la sombra que lo cubría se expandió, tomando la forma de un escudo que desvió el golpe.
La batalla comenzó un torbellino de sombras y ataques espectrales. Liam, aunque luchaba con la tenacidad desesperada de quien se enfrenta a la muerte, se sentía superado. La criatura era un depredador experto, un cazador consumado en el reino de la noche.
Una risa fría, como el crujido del hielo, resonó en el medio de la lucha. Provenía de un punto indeterminado, un susurro que se propagaba por los rincones de Oakhaven, un sonido que llenaba el aire con una promesa de destrucción.
- Se despertó!
La voz, gutural y llena de un poder ancestral, resonó en la mente de Liam. Una sensación de pánico lo invadió. El espectro, al escucharla, parecía ganar aún más fuerza, sus ataques se volvieron más feroces.
En ese instante, Liam comprendió la magnitud de lo que estaba sucediendo. No solo se enfrentaba a un monstruo, sino a la señal de un despertar. El Rey Sombra, un ser de leyenda, una entidad de oscuridad pura, había despertado de su largo letargo. Y con él, el caos se cernía sobre Oakhaven. El futuro, como la noche que lo envolvía, se vislumbraba incierto y sombrío.
La batalla de la noche anterior le había dejado cicatrices más profundas que las físicas. Liam, refugiado en un apartamento destartalado en las afueras de Cenizas Sombra, se miraba en el espejo, a la luz tenue de una linterna. Las ojeras marcaban sus ojos, ahora más oscuros que la noche. El reflejo revelaba no solo cansancio, sino también un miedo palpable: el miedo a perder el control.
Cuando recordaba el enfrentamiento con el espectro, la imagen de su poder escapando a su voluntad lo atormentaba. La sombra, que debía ser su arma, se convertía en una bestia indomable, una extensión de su propia angustia y rabia. Las "llamas en la oscuridad", como las llamaban, danzaban violentamente, destrozando, consumiendo, sin que él pudiera detenerlas.
- Qué me está pasando?"
Susurró, mientras una lágrima solitaria surcaba su mejilla. No entendía el origen de sus poderes, ni cómo controlarlos. Se prisionero sintió de una fuerza oscura, una que amenazaba con devorarlo por dentro.
Decidido a encontrar respuestas, Liam emprendió una búsqueda desesperada. Recorrió bibliotecas polvorientas, consultó libros antiguos, incluso se adentró en los rincones más sórdidos de Ceniza Sombra, buscando la menor pista. Sin embargo, solo encontré confusión y misterio. Sus poderes, al parecer, eran únicos, inexplicables, y el conocimiento sobre ellos, inalcanzable.
Una noche, mientras rebuscaba en un anticuario decadente, un hombre se le acercó. Sus ojos, hundidos pero penetrantes, parecían ver a través de Liam.
- Buscas respuestas, muchacho?
Preguntó al hombre, con una voz grave y suave a la vez.
- Algo que no entiendes, algo que te consume.
Liam, desconfiado al principio, no pudo negar su desesperación. Le relató su encuentro con el espectro, sus poderes descontrolados, su miedo creciente.
El hombre avanza lentamente, como si ya supiera la historia.
- Te comprendo. Yo también caminó por la oscuridad.
- Quién es usted?
Preguntó Liam, intrigado.
- Me llamo Silas,
Respondió el hombre, esbozando una leve sonrisa.
- Y puedo ayudarte. Puedo guiarte a través de la oscuridad, enseñarte a controlar tus sombras.
La oferta de Silas llegó como un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Liam, exhausto y desesperado, se aferró a la promesa de guía.
- Por qué haría eso?
Preguntó, con cautela.
- No me conoces.
Silas respondió con una mirada profunda.
- Porque hay un propósito mayor en el juego, un peligro que amenaza a Ceniza Sombra. Y, por lo que puedo ver, tú eres la llave.
Así, en medio de la oscuridad que amenazaba con engullirlo, Liam aceptó la oferta de Silas. Sin saberlo, cruzaba el umbral hacia un mundo de secretos, peligros y revelaciones. Un mundo donde el control de sus sombras no sería sólo una cuestión de supervivencia, sino la clave para enfrentarse a la oscuridad que se avecinaba. Las llamas en la oscuridad, encontraron, estaban a punto de arder con más fuerza que nunca.
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